Hugo Piciana (coordinador) |
160 págs. |
El título está señalando una orientación; decir que el tema va de Freud a Lacan está indicando, sin decirlo, el Nombre-del-Padre. Lacan se propone avanzar ubicando que, sin el Nombre-del-Padre, no se puede ir más allá, es decir que el más allá queda marcado por el Nombre-del-Padre. Tomaré algo de la pluma de Freud, donde él nos enseñó que el inconsciente es un trabajador incansable y lo es porque existe lo imposible, o sea lo que Lacan definió como lo real, en tanto es lo que no cesa de no inscribirse. El inconsciente descripto por Freud trabaja incansablemente para lograr escribirlo, soportando lo imposible, dado que es un imposible lógico lo que lo hace trabajar. El inconsciente trabaja pero no puede escribir la relación sexual, y lo que viene al lugar de lo que no cesa de no inscribirse es el síntoma, como uno de los Nombre-del-Padre. Pero es en este punto donde Lacan hace una torsión sobre el mismo significante y piensa el concepto del Triskel, que es su forma de decir cómo el Nombre-del-Padre nomina: la nominación de lo imaginario como inhibición, la nominación de lo simbólico como síntoma y la nominación de lo real como angustia. Síntoma, dice Lacan, en tanto letra que fija un goce en lo real. Por lo tanto, nominar es un acto, es agujerear y solo agujerea en tanto es una excepción. El Nombre-del-Padre es lo real del Otro real, este es un concepto oscuro en Lacan, pero abre el camino a ese más allá del Nombre-del-Padre. Y en esas paradojas en las que se mueve el psicoanálisis, ubica que es la primera identificación a la marca, marca como borradura. Por lo tanto, el Nombre-del-Padre hace agujero en lo real en tanto la causa del padre es éxtima, está afuera. Fragmento de la Apertura de la IX Jornada de trabajo de la Conversación Analítica (2011). Hugo Piciana |