Luis Darío Salamone |
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Las coordenadas del psicoanálisis nos permiten vislumbrar una dimensión inédita del amor, desde el principio del trabajo analítico hasta el final. Al comienzo se tropieza necesariamente con lo que Freud denominó amor de transferencia; al final emerge aquello que Lacan llamó un amor sin límites. En el medio, el amor a la pareja, a los hijos, a los otros; pero también el odio, los celos, las envidias, las infidelidades, tanto como las soledades, le permiten al sujeto poner en juego aquello que Lacan denominó la comedia de los sexos, y que en oportunidades deviene en tragedia. El trabajo analítico permitirá cavar un vacío en donde el sujeto pueda transmitir algo de su imposibilidad de completar al Otro, dando lugar a la posibilidad de la invención.
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