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¿Por qué está obligado a hacer el hombre?
Responde Lacan: Porque es todo lo que tiene de enganche con el hombre, puede pensar en hacer el hombre solo cuando lo remeda. Así finaliza Lacan una entrevista con un paciente transexual que anhelaba vestirse de mujer puesto que solo así su cuerpo experimentaba una satisfacción.
Enseñanza única y de consecuencias múltiples, de hombre lo único que tiene es su imitación. Esa extraordinaria sutileza si bien no exclusiva de una presentación de enfermos, nos llega sin embargo a través de ella. Y no es la única. Recordemos "palabras impuestas", recordemos "galopinar", recordemos "marrana".
Estamos en el año 1976.
En el año 2014 Laura Valcarce defiende en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires su tesis de maestría sobre Las presentaciones de enfermos y la primer pregunta que se hace es simple no obstante crucial: "¿Por qué Jacques Lacan implementó y se sirvió a lo largo de toda su enseñanza del dispositivo de la presentación de enfermos?"
Laura Valcarce no pretende responderla sino interrogarla para que, a partir de esa interrogación aguda, sistemática y rigurosa se desprenda su necesariedad como instrumento de transmisión del y para el psicoanálisis.
Entonces encontramos en este libro "necesario" un recorrido que no se/nos ahorra ningún paso, desde las presentaciones psiquiátricas de Charcot y de de Clérambault hasta llegar a las presentaciones de Lacan, psicoanalista, en su incesante esfuerzo de pensar la psicosis. Esfuerzo que incluye no solo no retroceder frente a la psicosis sino no abandonarla al campo de la psiquiatría, para ello se sirve de una vieja práctica psiquiátrica para, en acto, desbordar los límites de la misma transformándola radicalmente.
Es que, y así lo dice la autora: "la división del dispositivo en dos instancias no es concebible sin la inyección de este nuevo elemento de la presentación: la introducción del deseo del analista."
La tesis avanza un paso más y se apoya- he aquí su rigurosa originalidad –en dos instrumentos conceptuales, el llamado "Grafo del deseo " y "Los cuatro discursos". Con ellos da cuenta sólidamente y con gran detalle, cómo los dos momentos constitutivos de la presentación, la entrevista y la discusión posterior, encuentran en los dos pisos del "grafo" y en "los cuatro discursos" su soporte estructural.
De este modo Laura Valcarce tampoco retrocede y se atreve a avanzar ante la exhortación que nos hace Lacan, cuando en la conversación que tiene con Daumézon en los años 70, dijo:
"Se trata de una experiencia que no será imposible de sistematizar, aún si no soy yo quien deba ser el punto de pivote".
Este libro se hace cargo de aceptar el desafío.
Graciela Esperanza
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